La historia de Farah

Estuve sufriendo una enfermedad implacable que parecía no tener fin. Los días se convertían en semanas y las semanas en meses, pero mi cuerpo se negaba a encontrar un respiro al dolor y al sufrimiento. Los médicos y los medicamentos hacían poco efecto, dejándome indefensa y destrozada. En mis momentos más oscuros, oraba fervientemente por la curación y la restauración.

La semana pasada, en medio de mi enfermedad, tuve un sueño tan vívido que parecía real. En este sueño, me encontraba de pie en un lugar desolado y oscuro. Reflejaba mi propia desesperación. Mientras luchaba por orientarme, una repentina ráfaga de radiante luz blanca envolvía la oscuridad, y una figura de incomparable gracia y amor emergía de su interior.

El Profeta Isa (Su paz sea con nosotros) estaba ante mí, emanando compasión divina. Sólo su presencia parecía disipar toda la oscuridad y el miedo. Me miró profundamente en los ojos y sentí que me invadía una inmensa sensación de paz y aceptación. Una transformación milagrosa comenzó a desarrollarse con un suave toque de Su mano sobre mi cabeza.

Cuando Su mano tocó mi cabeza, una corriente de luz fluyó desde Su palma hacia mi cuerpo, llenando mi ser. Era como si un cálido río de energía curativa corriera por mis venas, disolviendo el dolor y la aflicción a cada instante. Lágrimas de gratitud brotaron de mis ojos al darme cuenta de que estaba siendo sanada física y espiritualmente.

En ese encuentro sagrado, el Profeta Isa (Su paz sea con nosotros) comunicó más de lo que las palabras podrían expresar. Me transmitió amor, esperanza y un sentido inquebrantable de propósito. Fue como si me dijera que mi vida tenía sentido, que tenía un camino que seguir y que no estaba sola en mi viaje.

Mientras el sueño continuaba, Jesús extendió su mano hacia mí, invitándome a caminar con Él. Me animó a seguir Su camino de amor, compasión y servicio a los demás. Con una voz que resonó en lo más profundo de mi alma, dijo: "Has sido sanada, ahora avanza y comparte la luz que has recibido. Deja que brille sobre otros perdidos en la oscuridad, como tú lo estuviste una vez".

Me desperté con lágrimas en los ojos, apenas capaz de comprender la profunda experiencia que acababa de vivir en mi sueño. Pero en el fondo de mi corazón sabía que había ocurrido algo extraordinario. Un nuevo sentido de propósito y una fe inquebrantable sustituyeron a la enfermedad que me había limitado durante tanto tiempo.

A partir de ese día, mi vida se transformó. Adopté las enseñanzas del Profeta Isa (Su paz sea con nosotros), esforzándome por encarnar el amor y la compasión que Él ejemplificaba. A cada paso que daba, sentía que Su presencia me guiaba y me daba la fuerza y el valor necesarios para afrontar los retos de la vida.

Me convertí en un testimonio viviente del milagroso poder curativo de la fe y del amor ilimitado de una presencia divina. Al compartir mi historia con los demás, me convertí en un faro de esperanza para quienes luchaban contra sus propios problemas. Me di cuenta de que mi curación no era sólo para mí, sino para llegar a los demás, ofreciéndoles consuelo e inspiración.

En momentos de duda o incertidumbre, cerraba los ojos y recordaba ese sueño, el sueño en el que un lugar oscuro era transformado por una luz radiante, en el que un toque del Profeta Isa (Su paz sea con nosotros) disipaba la enfermedad, y en el que recibía el llamado a caminar en las huellas del amor y la compasión.

Mi viaje de curación y transformación continúa, y estoy eternamente agradecida por el profundo encuentro que cambió mi vida. Gracias a la misericordia de Allah, encontré curación, un propósito y un camino que seguir: un camino iluminado por la luz del amor, guiado por las enseñanzas del Profeta Isa (Su paz sea con nosotros) y bendecido por Su presencia.

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