La historia de Bilal

Mientras caminaba por la ancha carretera con otras personas, había una sensación de comodidad al seguir el camino familiar guiado por las tradiciones de nuestros padres. Creíamos que íbamos por el buen camino, hacia un lugar de felicidad suprema. Poco sabíamos que nuestro viaje estaba a punto de dar un giro inesperado, desafiando nuestras creencias y transformando nuestros corazones para siempre.

De repente, apareció ante nosotros una figura que emanaba una luz radiante y una profunda sensación de paz. Era el amado Profeta Isa (Su paz sea con nosotros), que había venido a guiarnos en nuestro viaje espiritual. Su voz, suave pero firme, nos habló de la necesidad de cambiar de dirección. Nos explicó que el camino que seguíamos no nos conduciría al Paraíso, sino a una senda que se alejaba de la gracia divina.

Al principio, la confusión y la resistencia nublaron las mentes de muchos miembros del grupo. Argumentaban que estaban siguiendo los caminos de sus antepasados y que tenía que ser el camino correcto. Pero el Profeta Isa (Su paz sea con nosotros) fue paciente y amable, tomándose su tiempo para enseñar e iluminar la verdad a quienes quisieran escuchar.

Mientras estaba allí, dividido entre las voces familiares de mi gente y la atracción magnética de la presencia del Profeta, supe en mi corazón que tenía que tomar una decisión. Una elección que podría alterar el curso de mi destino eterno. No era una decisión fácil, pues mi gente estaba contrariada y enfadada con mi deseo de seguir al Profeta Isa (Su paz sea con nosotros).

Sin embargo, en mi interior, una chispa de fe parpadeaba, instándome a escuchar y confiar en las palabras del Profeta. Así que, con temblorosa determinación, me despedí de la multitud y opté por seguir los pasos del bendito guía.

A cada paso, sentía que se producía una transformación en mi interior. El peso de la ignorancia y la incomprensión se disipaba y era sustituido por una creciente sensación de iluminación y paz interior. Siguiendo al Profeta Isa (Su paz sea con nosotros), absorbí sus enseñanzas y mi alma resonó con la verdad divina que compartía.

El viaje no estuvo exento de dificultades, pero la fe y el amor inquebrantables del Profeta me guiaron a través de todos los obstáculos. Juntos atravesamos los valles de la duda y escalamos las montañas de la tentación. La fuerza y la sabiduría del Profeta infundieron valor en mi corazón y me consoló saber que estaba en el buen camino.

Por fin, después de lo que me pareció toda una vida de crecimiento y aprendizaje, llegamos al final del camino. Antes de cruzar las puertas del Paraíso, bañados en un resplandor que inundaba los sentidos, la alegría y la satisfacción de mi corazón eran indescriptibles y las lágrimas de gratitud corrían por mis mejillas.

El Profeta Isa (Su paz sea con nosotros) me sonrió cálidamente, y supe que Su guía me había traído a este momento de bendición eterna. En su presencia, descubrí la verdadera esencia de la espiritualidad y la belleza de entregarse a la voluntad divina.

Al mirar atrás, no pude evitar pensar en los demás que habían elegido permanecer en el camino ancho, reacios a cambiar de rumbo. Me dolía el corazón por ellos, esperando que algún día les llegara la luz de la verdad.

Cuando entré en el Paraíso, rodeado de una serenidad y una alegría indescriptibles, me di cuenta de que no se trataba sólo de la historia de mi viaje personal, sino de una lección universal para todos. Me recordó la importancia de la humildad, la apertura de mente y la voluntad de escuchar la voz de la guía divina, incluso si eso significa desafiar las normas y creencias que apreciamos.

Y así, en el abrazo del Paraíso, elevé una oración por mi pueblo, con la esperanza de que un día encontrara el valor para cambiar de rumbo y seguir el camino que conduce a la misericordia y el amor eternos.

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